Paul Valéry.
Colegio Aparejadores Murcia.
2004
Eupalinos au l´Architecte es un diálogo aparecido en 1923, que sirvió para difundir la obra de Valéry, más que sus Poesías y que sus agudos ensayos. El diálogo se desarrolla en el mundo de los muertos, donde Fedro (el interlocutor del diálogo platónico) recién llegado a la triste mansión, va en busca de Sócrates y, al encontrarle, quiere reanudar con él los diálogos ya sostenidos en la tierra.
Eupalinos o el Arquitecto va siempre precedido por el texto El Alma y la Danza [L´âme et la danse]. El autor francés prosigue la investigación emprendida después de la Introducción al método de Leonardo de Vinci, sobre la psicología de la creación estética y de la ‘música de las ideas’ cuya pasión heredó de Mallarmé. Puesta en la materia por el arquitecto, he aquí el alma más fluida aún, más evidente a la vez y más inasequible, encarnada en el cuerpo de la Danzarina, cuyas evoluciones desean seguir y comentar Sócrates, Fedro y Eryxímaco.
Un cuerpo hermoso se hace mirar por sí solo, y nos brinda un momento admirable: es un detalle de la naturaleza que el artista ha detenido milagrosamente… pero música y arquitectura nos hacen pensar en algo distinto de sí; están en medio de este mundo como monumentos de otro; o como ejemplos, esparcidos aquí o allá, de una duración y una estructura que no son las de los seres, sino las de formas y leyes. Parecen destinadas a recordarnos directamente, una, la formación del universo, y la otra, su orden y estabilidad; evocan las construcciones del espíritu y su libertad, que busca ese orden y lo reconstruye de mil modos; descuidan así las apariencias particulares con las que mundo y espíritu se ocupan de ordinario, plantas, bestias y gentes… e incluso alguna vez, al escuchar música con una atención pareja a su complejidad, se nota que en cierto modo no se perciben ya los sonidos de los instrumentos como sensaciones del oído. La sinfonía misma lleva a olvidar el sentido auditivo. Se muda en verdades animadas y aventuras universales, o en combinaciones abstractas, con tal presteza y exactitud que uno ya no se percata del intermediario sensible, el sonido.