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Malos tiempos para la lírica

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Reflexiones sobre la vivienda social

 

MALOS TIEMPOS PARA LA LÍRICA es el título de una canción compuesta por Teo Cardalda hace 20 años cuando formaba parte del grupo Golpes Bajos. Su afortunado y expresivo título ha sido utilizado en más de una ocasión, hasta convertirse en una expresión coloquial que sirve para describir momentos poco propicios como los que parece que están llegando.

La configuración del lugar es un hecho donde se desarrolla la vida. La labor del arquitecto es interpretar el espacio que flota en su época y convertirlo en lugar para habitar. Por tanto, para reflexionar sobre la vivienda, es necesario reflexionar en primer lugar sobre el medio en el que nos desenvolvemos, situándonos más cerca de las preguntas que de las respuestas. Habitamos en una sociedad que parece haber decretado una especie de condena, negación o destrucción de su propia memoria. Una especie de nueva damnatio memoriae, pero más sutil, cruel y eficaz.

Ud.,¿ha pensado alguna vez que los hombres han perdido las raíces en sus casas desde que viven en pisos? ¿Y ha pensado alguna vez que durante la vida de un hombre se cambia dos o tres veces de piso, y los hijos no recuerdan el cuarto de estar, no recuerdan nada?
Coderch, 1984

Y la memoria es necesaria para que el individuo contemporáneo pueda definir su identidad y su propio medio. Si es cierto, como decía Valle Inclán, que sin memoria no hay poesía, son…

Malos tiempos para la lírica.

La civilización occidental es la única, en toda la historia de la humanidad, que ha sabido desarrollar y construir los mecanismos precisos para imponerse sobre todas las demás, anulándolas. Pero lo hace de una manera especial aplastándose y anulándose a sí misma. Mantienen los filósofos Argullol y Trías, en su diálogo El cansancio de Occidente, que el desarrollo moderno está concentrado en el progreso y éste es el que debería llevar al paraíso. A raíz de ese presupuesto, se crea un modo de ser que tiene como dogma y única verdad: la eficiencia, el éxito, la competitividad. El problema es que a la vez que se propaga ese pretendido ideal, se destruyen los mecanismos de compensación propios de la cultura. La postmodernidad para imponer sus puntos de vista, debe destruir aspectos importantes de su propio cuerpo cultural, de sus tradiciones, de sus valores. Es un proceso que conduce a una disolución nihilista de la propia existencia, porque una civilización sin cultura, sin criterios claros, sin principios, se convierte en una gran máquina productiva, pero por desgracia completamente vacía. La cultura es la que busca dar respuesta a las preguntas que se hace el hombre; sin embargo el cinismo de la cultura postmoderna, las descalifica y considera carentes de significado.

Es por ello, que la figura del ciudadano libre, aquel con capacidad de pensar, con libertad para elegir, está fuertemente obstaculizada, aparece el individuo-masa: el productor, el consumidor, el espectador, etc.

un sistema homogeneizador se encarga de disecar el significado vital de nuestra existencia y de otorgarle un significado cultural, significado y valoración que se establecen al margen de los límites de la persona...
Fernández Alba, 2000

Se configura una manera de ser y de pensar que impone, en cierta forma, una alineación a los comportamientos humanos. Para ello, se usa la técnica como medio y las nuevas tecnologías como un aliado. Con ellas, se cortan las raíces, los fluidos vitales de la forma más extrema y radical posible, provocando una perdida de identidad y un fuerte desarraigo en las personas. La reacción inmediata de estas es dejarse seducir por lo arcaico, lo vernáculo, lo identitario, lo pintoresco… Se busca refugio viajando continuamente: subiendo al monte, viendo volcanes en erupción, parques naturales, arquitectura… La necesidad que siente el hombre del siglo XXI por viajar, refleja como vive: su medio es tan monótono que no encuentra donde complacerse.

Malos tiempos para la lírica.

La consecuencia más visible de esa sociedad son las ciudades. Ciudades que no reconocemos y en las que no nos reconocemos. Ciudades que se transforman a un ritmo tan vertiginoso que no es posible asimilar.

En estas circunstancias, la arquitectura es entendida como un producto más del mercado y, en el mejor de los casos, como una técnica que permite construir recintos para un uso determinado. La ciudad herramienta de principios de siglo ha sido sustituida por la ciudad mercantil, realidad que se intenta camuflar con la ciudad espectáculo. El proyecto que reflejan los dibujos de las nuevas arquitecturas mediáticas puede ser alterado, porque todo es intercambiable en la nueva realidad telemática.

La más elevada función del signo es hacer desaparecer la realidad y enmascarar al mismo tiempo su desaparición.
Baudrillard

La ‘autenticidad de lo falso como realidad’ y la ‘exclusión del lugar’ es el síntoma que mejor refleja las formas y espacios de las recientes arquitecturas de Koolhaas o Eisemann. Los arquitectos parecen estar solamente atentos a las caligrafías esotéricas del mercado editorial, a la ingenua curiosidad de los políticos o a las imágenes que crean las factorías de los estudios de arquitectura mediáticos. Sin embargo, a diferencia de otras artes, la arquitectura nunca ha sido un arte dedicado unicamente a la representación.

Cuando la arquitectura aborda su tema estrella de investigación durante el pasado siglo: la vivienda, e intenta dar respuesta con ella a los requerimientos básicos del ser humano, se la descalifica y considera carente de significado. En estos años de inicio de siglo, parece que la arquitectura que importa es sólo la que desarrolla espectáculo. Parece que la vivienda sólo pertenece al mercado y no a la arquitectura. Lo importante es construirla de acuerdo con las finalidades del económicas del mercado, no atender a las necesidades habitacionales de las personas. Así, el arquitecto se encuentra atrapado entre el mercado y la arquitectura, entre las demandas mercantiles y su aspiración a proponer un ideal arquitectónico coherente.

El espacio de la arquitectura hoy recibe su significado y sentido en las oscilaciones del mercado financiero (…) el arquitecto ha dejado de participar en la formalización y redacción del proyecto como sujeto individual. Sus decisiones sirven a los postulados y finalidades de un sistema que ha convertido los valores humanos en rígidas normas del mercado.
Fernández-Alba, 2000

Al parecer la única razón valida es la razón mercantil. Y esta razón corrompe. La consecuencia inmediata es la falta de identidad e identificación con los modelos de viviendas que se construyen. A partir de aquí, surge un desarraigo que lleva implícita la exclusión del concepto de lugar. Se produce una sutil y paulatina transformación del ciudadano en individuo.

Malos tiempos para la lírica.

La promoción de vivienda pública debería estar, al menos en teoría, al margen de esos vaivenes del mercado. Sin embargo, las dificultades de su promoción y gestión, hacen que la administración actúe con las mismas reglas que el mercado. La administración se convierte en cliente-empresario y hace del alojamiento una cuestión no tanto política, habitacional o arquitectónica, sino en última instancia sólo económica. Deja de interesarle el valor que aporta la arquitectura para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. La consecuencia es una homogeneización de la producción, se construyen tipologías repetitivas de viviendas, en algunos casos muy deficientes, que buscan la máxima rentabilidad y aprovechamiento de los solares, con la mayor indiferencia hacia la ciudad, pueblo o aldea donde se ubican.

A diferencia de las inteligentes políticas de vivienda de los fructíferos años 80 ó 90 de la pasada centuria, las actuales políticas de promoción de vivienda pública, que se están comenzando a aplicar en estos primeros años del siglo XXI, parece que no tienen demasiado interés en resolver problemas urbanos, espaciales, tipológicos, de implantación, soleamiento, sostenibilidad, aspectos todos ellos, en resumidas cuentas, arquitectónicos. Sorprendentemente, lo que importa es la edificabilidad y la rentabilidad de la promoción. Con ese enfoque, el arquitecto deja de ser un interlocutor válido y se convierte en ejecutor de un proyecto técnico y, más tarde, en una figura incómoda que molesta a la empresa constructora durante la ejecución de la obra.

Esa realidad, de indiferencia absoluta al valor que la arquitectura puede aportar, es disimulada de múltiples formas y, generalmente sepultada bajo capas y capas de publicidad y propaganda. En primer lugar, con una inflación de concursos, llamados de “ideas”. Son iniciativas cuyo balance más visible es la cantidad de imágenes o signos con los que difundir, a los cuatro vientos, que la arquitectura importa. Se olvida que la arquitectura es un hecho construido para ser usado por todas las personas, no dibujos para ser consumidos por otros arquitectos. Esas competiciones, paradójicamente, terminan a veces con la propuesta ganadora almacenada en el disco duro del arquitecto vencedor, porque a la hora de ejecutarlas casi siempre aparece alguien que considera, en su particular e inapelable manera de entender la racionalidad económica-administrativa, que la idea ganadora no es viable para su ejecución con recursos públicos.

Especial mención merecen los concursos para jóvenes arquitectos. Una identitaria iniciativa que busca ilusionar a un colectivo concreto todavía en fase de reafirmación personal y profesional. Colectivo que es seducido por una subliminal asociación entre arquitectura y artista genial, todavía in nuce. El arquitecto como genio, dotado de una cualidad innata o divina que, sin duda, el jurado del concurso descubrirá. Como si el ejercicio de la arquitectura no fuera, en la mayoría de los casos, producto de un largo y lento aprendizaje. Las competiciones para “senior” también enmascaran una realidad, en la que poco importa la arquitectura. Iniciativas que, a veces, son usadas para hacer competir entre sí, en labores de alta costura, a arquitectos comprometidos con la profesión, manteniéndolos ocupados en producir solventes propuestas, cuyas soluciones servirán de cualificada publicidad. Paralelamente, la vivienda pret à porter se encarga a ‘eficaces’ estudios profesionales, que lo son, no por la cualidad arquitectónica de su producción, sino porque alcanzan la facturación anual necesaria para pasar el primer filtro de los concursos en la licitación de proyectos. Por algo dice Fernández Alba que en la situación actual, él ha dejado de ser competitivo.

Malos tiempos para la lírica.

Es evidente que la vivienda, como la arquitectura, está sometida a las transformaciones y cambios de la sociedad contemporánea, con estas condiciones:

¿cuál es la vivienda de nuestro tiempo?

¿cómo proyectar la vivienda actual?

¿cómo devolver la conexión de la casa con la ciudad?

 

En 1930, Mies van der Rohe proclamaba:

La vivienda de nuestro tiempo aún no existe, sin embargo la transformación del modo de vida exige su realización.

La vivienda fue sacralizada por los arquitectos del Movimiento Moderno como la sucesora del templo, el palacio o el edificio público se convirtió en objeto de investigación arquitectónica y acabó siendo un fin en si misma, un producto completamente separado de la ciudad que lo genera y lo que es más grave sin relación con el hombre.Antes de VI CIAM, en 1947, Gropius le escribe a Gideon:

El otro día examiné con atención nuestra publicación sobre las unidades de manzana y este análisis me ha hecho comprender los muchos errores de ese periodo. El elemento humano entonces no existía.

Gideon le responde:

Acaso nos encontramos forzados por los hechos, pero creo que son mucho más nuestras propias exigencias interiores las que nos fuerzan en un proceso de humanización de nuestro ambiente. Nadie puede prever las cosas, pero creo, observando la actitud de la generación más joven, que esta tendencia existe en todos los países de la civilización occidental.

Es evidente que no lo consiguieron.

Tras el VI CIAM de 1947 había que partir del sujeto “hombre”, dotado de unas peculiaridades fundacionales. En oposición a la complicidad entre hombre-masa y el hombre tipo, se considera necesario liberar la multiplicidad existente en los usuarios de la arquitectura, convirtiendo esta complejidad en materia positiva de la proyectación.

La arquitectura tiene el deber de dar identidad y legibilidad a la sociedad a la que pertenece. Desde la arquitectura es necesario recuperar la memoria, responder a los problemas que la sociedad le plantea, proponer espacios donde el individuo moderno pueda defender sus recuerdos y reproducir hábitats donde se reconozca.

La nueva modernidad ya no tiene que luchar contra las represiones políticas, económicas o sociales, caballo de batalla del Movimiento Moderno, sino que debería de luchar contra el mal del individuo de principio de milenio: el vacío que lo rodea.

 

CINCO CONCEPTOS

Reflexionar sobre la vivienda en nuestro entorno pasa obligatoriamente por analizar la vivienda social. Viviendas donde, a la dificultad intrínseca de la economía de medios, hay que unir un estricto programa con una normativa y estándares absolutamente  anacrónicos y obsoletos. A continuación se exponen cinco conceptos que quizá pueden ser útiles para proyectar las viviendas:

1. ANALOGÍA

Las imágenes, lugares o recuerdos se mezclan en el desván de la memoria, no de una forma lineal sino de una manera idealizada y arbitraria, estableciendo semejanzas y relaciones entre hechos diferentes entre sí.

Un avión, una casa en Procida, un mercado en Roma, un cuento de Bowles, unas minas de oro, los paisajes de Barceló pueden ser imágenes o referentes analógicos a partir de los cuales construir un proyecto de vivienda. Con una idea de fondo: crear las mejores condiciones posibles para los seres humanos a partir de unas condiciones determinadas y un programa dado.

Como decía Aalto, el proyecto, la arquitectura no es un proceso lineal, derecho, recto, es como un río, va y viene, tiene curvas, el recorrido es el concepto que cuando llega a un lugar se modifica, cambia y forma los recodos y meandros del río.

El proyecto de vivienda debe buscar un lenguaje claro, intentando recomponer una relación social rota con la ciudad, ser una intervención que el habitante pueda asumir sin dificultad, no reproduciendo modelos pasados, sino reinterpretando aquellos que han funcionado, para ello hay que recurrir a la analogía y a la memoria.

 

 

2. MEMORIA

Los proyectos de vivienda deben contemplar la necesidad de salvaguardar la autonomía del individuo, autonomía ya irrenunciable, pero paralelamente deben intentar recuperar la necesidad del disfrute de la vida colectiva, en la que el individuo vuelve a ser ciudadano.

Es en el espacio interior donde se encuentra la riqueza de una vivienda: en la sensación de pasar de un espacio a otro, la diferente iluminación de las estancias en función de su profundidad, las penumbras, el reconocimiento de su mayor dimensión, materiales que cualifiquen lugares…..

…ausencia de mecanismos precisos de organización distributiva, más allá de los tres elementales de acceso (…) el resto de la casa se configura a través de la mera yuxtaposición de sus recintos (…) conexiones aleatorias y cambiantes en el tiempo que implican la incorporación de estancias a los recorridos de distribución…
J. R. Sierra, 1996

El proyecto de vivienda actual debe reivindicar los lugares que permitan diversos grados de relación. Lo que lo podríamos conseguir valorando espacios ambiguos de la casa como son los zaguanes, corredores, balcones, ventanas, escaleras, etc. Espacios que están en nuestra memoria y que pertenecen a nuestra tradición mediterránea. No hay que olvidar que la tradición es una innovación conseguida.

 

 

 

3. IDENTIDAD

El filosofo francés Bachelard en La poética del espacio (1957) tratará en varias ocasiones el tema de que la vivienda se deberá caracterizar por unos valores no cuantificables, onírico. La vivienda no puede ser un cobijo neutro, asignificante, repetitivo…. Debe buscar una identidad del espacio habitado, capaz de reintroducir valores y atmósferas que los tiempos modernos, con sus inercias, están cancelando irremediablemente. Sus estudios manifiestan cómo, la lógica serial que generó la vivienda-tipo contemporánea, engastada en bloques de apartamentos apilados unos encima de otros, ha eliminado el terreno de las asociaciones simbólicas y poéticas que habían marcado positivamente generaciones anteriores a la revolución industrial.

La casa unifamiliar con jardín provocaba una experiencias que iba mucho más allá de un banal uso funcional, con la bodegas, los sótanos, la planta baja, los niveles superiores, las buhardillas proyectadas hacia el cielo, etc. Eran manifestaciones de un proceso de asociaciones simbólicas que cualificaban el transcurrir en estos “lugares”.

No todos los edificios son también habitaciones. Puentes y hangares, estadios y centrales eléctricas, diques y mercados cubiertos son edificios, pero no habitaciones. (…) Ser hombre significa estar sobre la tierra, como criatura mortal, significa: habitar (…) Pero sobre la tierra significa ya bajo el cielo. Ambos significa cohabitar frente a los dioses e incluye un pertenecer a la comunidad de los hombres.
Heidegger, 1951

La posibilidad de superar los estándares mínimos vigentes en la normativa de la vivienda de protección oficial implica la consideración de elementos como: terrazas, patios, azoteas, habitaciones sin techo, espacios abiertos donde plantear las relaciones entre personas de edad y cultura diversa, que habitan en un mismo núcleo familiar. En nuestras latitudes, son importante los lugares que permiten beneficiarse de la brisa del crepúsculo, durante las noches sofocantes y que,  según su asociación con la vivienda, permitan continuidades con el exterior. Son importantes las visiones diagonales, sentirse acogido, permitir a la mirada alejarse, elementos básicos de la composición de la vivienda colectiva, más allá de su significación como lenguaje.

 

 

4. CIUDAD

Los corredores ya no son el “espacio perdido” que postulaba el Movimiento Moderno sino que son nuevos elementos de apropiación del espacio colectivo. Las relaciones entre espacio público y privado se desarrollan en los espacios intermedios, semipúblicos y semiprivados, a partir de nuevas relaciones de vecindad. La vivienda se convierte en un volumen en el que, por su situación en el edificio y por su agrupación, cualifica los vacíos y consiente percepciones y movimientos articulados en el interior del espacio colectivo.

Yo tengo un amigo que quizás tenga razón al decirme que lo que mejor hago son los pasillos. A mí me han gustado los pasillos (…) Los pasillos pueden ser muy divertidos.
Coderch, 1979

El pasillo como una experiencia, casi como una aventura. Se trata de asignar a la arquitectura un campo semántico capaz de abrir nuevos territorios interactivos en el proceso de conocimiento: un ser humano completo y complejo, preparado para afrontar nuevos valores y compromisos.

El restablecimiento de la conexión de la vivienda como metáfora de ciudad es posible si se entiende el edificio como ciudad y la ciudad como edificio. La vivienda colectiva se convierte así en una casa individual en condiciones de producir espacios cualificados, multiplicándolos con objeto de servir individualmente a cada una de las viviendas.

La agregación de viviendas debería restituir una identidad idónea para usuarios particulares, pero fundamentalmente buscar una recualificación de los espacios colectivos y su sistema de relaciones. La búsqueda se centra en conseguir que se garantice una convivencia fluida y el reconocimiento de la autonomía individual.

 

 

5. PAISAJE

El paisaje es un hecho cultural, no natural, pensamos ir al encuentro de la Naturaleza y somos espectadores de una obra producida.

…si miramos un paisaje pasando la cabeza entre las piernas, de forma que cortemos la relación habitual con el mismo, el paisaje aparece como un espectáculo fantástico.
Croce, 1900

A finales de los años cuarenta aparecerán términos como organicismo, humanización, heterodoxia… En 1951, Heidegger pronuncia su famosa conferencia Construir, Habitar, Pensar. La filosofía de Heidegger, dedicada a la identificación de esencias del comportamiento humano, resultará diametralmente opuesta a la filosofía sartriana. Hay una necesidad de superación de lo que ha sido hasta el momento interpretado en clave materialista.

Otorgar sentido al acto del habitar quiere decir, transformar la naturaleza de los espacios urbanizados por el ser humano en el receptáculo de cualidades peculiares que permitan la percepción de estos enclaves como lugares cargados de sentido, atribuciones y valores, en los cuales una actividad verdadera, acorde con la intención proyectual, será la de ‘escuchar’ las poéticas proporcionadas por las pequeñas cosas, descartando la imposición de abstractos designios del poder del genio arquitecto.

Recomponer la unidad perdida, restablecer una integridad humana, comporta una revalorización del acto proyectual; éste se enriquecerá de referencias poéticas y cognoscitivas que pueden servir de catarsis regeneradora.

 

TRABAJAR CANSA…

… es el significado de LAVORARE STANCA, un libro de poesías de Cesare Pavese que relata la tristeza y desarraigo de un hombre que no tiene casa y no sabe como hacerse una. Pavese define sus poesías como cansadas, compuestas por un inenarrable aburrimiento y escritas justo para huir de éste, porque el tedio, la insatisfacción, son el resorte anterior a cualquier descubrimiento poético, pequeño o grande.

Trabajar cansa y más cuando los tiempos son malos para la lírica.

Trabajar cansa cuando, a pesar de las circunstancias es necesario mantener una independencia, coherencia o unidad entre pensamiento y acción.

Trabajar cansa, pero sólo la búsqueda poética en los trabajos que realizamos, hace posible liberarnos de la insoportable pesadez de su elaboración.

 

 

Sevilla, marzo 2005

 

LIBRO

 

DdA 2005, pp. 72-79, Sevilla: Dpto. Proyectos Arquitectónicos.    descargar